Qué nos enseña 'La Metamorfosis'




¿De qué trata?

La Metamorfosis es una novela corta de Franz Kafka que tiene mucho de autobiográfico. Trata sobre como cambia la vida de un hombre cuando una buena mañana descubre que se ha convertido en un insecto (de dudosa procedencia, en este caso un escarabajo es la teoría más acertada, pero no se especifica). Este hombre es Gregorio Sansa.

La familia de Gregorio, incluyendo su padre, madre y hermana, están consternados pero su amor por Gregorio les obliga a cuidarle como a un leproso el cual repudian. Gregorio y la sociedad, Gregorio y su familia, se comienzan a alejar hasta que el exilio de Gregorio es tal que olvida su humanidad. Pero, la pregunta en esta novela es ¿quién es el insecto asqueroso, Gregorio o la familia? 


Imaginaos una cucaracha o un escarabajo del tamaño de una persona y, es más, con el rostro de una persona. Me da igual que sea el amor de mi vida, probablemente queme la casa con él dentro. Pero aquí no hablamos precisamente de un hecho literal, sino de una metáfora. Kafka nos quiere preguntar, ¿qué haríais vosotros?

¿Cómo comienza? 

La obra de Kafka comienza con la metamorfosis ya hecha, no vemos cómo ha pasado, lo que nos narra Kafka es la consecuencia. Los hechos después del terrible cambio.

Gregorio nos habla de su trabajo, de lo duro que es. Está prácticamente esclavizado porque tiene una gran deuda que pagar. ¿Puede ser que la metamorfosis esté provocada por ese sentimiento de hastío?  De pereza, de preferir dormir alejarse de las responsabilidades y huir lejos sin preocupaciones. Dormir y morir, no hacer nada. Gregorio vive una vida que no quiere, atado a un trabajo que detesta, lo que desea es descansar algún día y poder dormir. ¿Podría ser que tuviera depresión? Por eso le da miedo mirarse... Porque huye de sus responsabilidades. Esta cansado y deprimido con su vida.

Pero no solo es esclavo de su trabajo, también de su familia. Son ellos los que tienen la deuda, no él. Se sacrifica por ellos. Él quiere ser libre, pero no puede, se responsabiliza de la vida de sus padres cuando debería ser al revés. Esto, además, hace que la actitud de los padres durante la novela nos parezca más pueril todavía. No tienen compasión por él, es solo una máquina de trabajo. Como si realmente fuera su labor y responsabilidad sacarles a ellos del atolladero. Mantenerles.


Estar enfermo es pecar de aborrecer el trabajo. La pereza es desobedecer. Abandonar tus deberes.

La mutación comienza con la voz, lo primero de lo que se da cuenta. Tiene patas de insecto, no se puede mover mucho. Es un escarabajo boca arriba, metafórica y realmente. Es un bicho parado en su vida real, el hastío, la esclavitud, el sacrificio que hace por su familia. Es aguijoneado por los demás, como dice Gregorio en la obra, no le dejan en paz.


La pérdida de humanidad ante el abandono de la sociedad

Esta obra nos enseña como la sociedad abandona a aquellos individuos extraños, raros, quizá con problemas psicológicos, que no encajan en ese sistema. Los inadaptados son separados automáticamente y de manera inconsciente. Así, estos seres humanos distintos, acaban por perder su humanidad a causa de este exilio. Es como el pecado a Satanás, el exilio del cielo divino, el añorar eternamente la luz de dios. De la misma manera, estos inadaptados en soledad olvidan que son realmente humanos y comienzan a comportarse como la sociedad espera de ellos. Se convierten en lo que, desde el principio, les señalaban.


Para Gregorio todo comienza con la hostilidad de su familia. Ahí se abre una brecha entre ambos. Ya, desde el principio, se nota que sus padres no pueden soportar su mirada. La madre no puede verle, no sabe realmente qué tan horrible es o no. Incluso Gregorio se coloca algo encima para las personas no le vean una vez entran en su habitación, en la cual queda recluido como una prisión. Cuando Gregorio decide salir de su habitación, ya que su jefe le está esperando fuera, la familia siente tal histeria que Gregorio es atacado y sale herido en la pata y el costado. El cambio provoca hostilidad. Lo desconocido y extraño nos causa violencia, desapego y oposición. Nunca comprensión.

Es el padre, no la madre, ni la hermana, ni el jefe de Gregorio, el que le ataca. El jefe sale corriendo, él no tiene por qué quedarse allí, pero de la familia solo el padre decide hacerle daño preso de un miedo indescriptible. No reconoce a su hijo, se ha convertido en otra cosa. Y no está dispuesto a escucharle, a entenderle, a compadecerle. Solo a odiarle, porque no es como él espera que sea.



Gregorio poco a poco va convirtiéndose en un escarabajo y se comporta como tal. Le gustan las cosas caducadas y que huelen mal. Es un apestado, le temen. No le comprenden, aunque la hermana aún lo aprecia, porque es joven y entiende los cambios de la juventud. Porque todavía no ha evolucionado en la sociedad adulta que rechaza. La soledad y el aislamiento, poco a poco, van convirtiendo a Gregorio en la bestia que conocen.

La familia ha estado viviendo de él desde hace mucho tiempo, pero Gregorio descubre sin querer que tenían unos ahorros por si acaso. El protagonista, en vez de sentirse insultado, ofendido y usado aplaude la inteligencia de su padre. ¿Por qué no aligerar la carga de su hijo con ese dinero? ¿Por qué no trabajar? Pues al quedar Gregorio "inválido" el padre debe volver al banco. ¿Por qué no haber hecho eso antes? ¿Era mejor vivir de otros? Gregorio nos muestra como, incluso maltratados, amamos a nuestros verdugos. Nos acostumbramos a ser humillados, a sentirnos menos. Por eso las relaciones tóxicas son tan comunes.


El padre, ¿demasiado viejo? La madre, con asma, ¿es suficiente excusa? La hermana es la única que la tiene, pues tiene 17 años. Es joven, estudiante con sueños.

La verdadera transformación no se hace al principio, con la conversión a escarabajo. Se hace durante, cuando olvida su humanidad por haber sido despreciado por su familia.

Gregorio cuando mira por la ventana ya no ve los edificios porque no es capaz. Sus ojos no son tan potentes, ve como un desierto eterno. Es una forma de expresar que se siente peor, perdido. Me recuerda a Kafka en la Orilla y su inicio, como Kafka está en un desierto y va a atravesar una tormenta. Gregorio está a punto de atravesarla y no puede hacer nada para salir perjudicado. En esta tormenta está el cambio, la muerte, Gregorio está muriendo de una forma metafórica. Pero, ¿habrá resurrección? Gregorio no correrá la misma suerte que Kafka, nombre del protagonista de la novela de Murakami, quizá como guiño al autor Franz Kafka.


La hermana es el hilo residual de humanidad, sueños y esperanzas que le queda a Gregorio. Su relación con ella le mantiene con vida. Se unen cada vez más, ella le comprende y le cuida. Su hermana hace dos visitas al día a la habitación de Gregorio para ver a través de la ventana, respirar, porque se asfixia. ¿Por qué hace esto? La hermana empatiza con Gregorio porque está viviendo lo que él tuvo que vivir. Olvidar sus sueños (en este caso la hermana quiere ir al conservatorio, porque toca el violín) para trabajar, para mantener a la familia. Se asfixia porque siente esa prisión que sus padres crearon alrededor de Gregorio. Ahora si le comprende. Por ello, se esfuerza en cuidar a Gregorio, se aleja de la sociedad también. Porque no puedes ayudar a un exiliado y pretender seguir en la sociedad que te abraza. Es un bando u otro.



Por fin, cuando la hermana y la madre deciden quitar los muebles para que Gregorio corra por las paredes tranquilamente la madre le para. ¿No será eso olvidar que puede curarse? ¿Qué puede volver a ser humano, olvidarse de su condición humana? Aquí me pregunto, ¿curarse de qué? Pero Gregorio está de acuerdo con su madre, tiene esperanzas en que la metamorfosis se disipe. La hermana, sin embargo, convence a su madre y quitan los mueles. Gregorio no puede soportar ver todas sus cosas siendo llevadas a otra habitación. Le están desnudando, borrando sus recuerdos.

Gregorio en ese momento decide salir de su escondite. La madre se desmaya en estado de shock. Gregorio se escapa. Cuando vuelve el padre, al enterarse de lo ocurrido se pone muy violento. Es hostil contra Gregorio, su propio hijo. En ese momento Gregorio rompe con la realidad, ¿es ese padre el que el cuidaba tanto, el que le despertaba por las mañanas? ¿Qué ha pasado? Que ya no es útil. Ya no se esclaviza. La metamorfosis le está cambiando también la forma de ver las cosas. El padre, finalmente, cabreado y queriendo que Gregorio vaya a su habitación prisionera, le lanza un as manzanas y una se le clava en el pecho de Gregorio. Esta manzana tarda en curarse, pero nunca se elimina, se le queda clavada para siempre.

Esa manzana es el pecado, el aislamiento. Es el anatema, a partir de ahí la familia entiende que deben aceptar que su hijo es así, cuidarle, resignarse. A pesar de que les de asco, como una familia que tiene un hijo drogadicto. Para Gregorio también ha cambiado todo. Ellos ya no le aprecian. Le soportan.


¿Acaso no es Gregorio más libre como escarabajo? Es solo la manzana del padre, el pecado mortal paterno, lo que le invalida para siempre.


Así, con la herida, pierde la libertad de movimiento, la libertad total. ¿No os recuerda a un adolescente? Los cambios, padres que no comprenden a su hijo, que crea dramas y tragedias emocionales, cuyos familiares en vez de sentarse y hablar deciden levantar voces, manos, golpes. Le castigan con lo único que le importa. Su libertad.



El trágico final






El padre me recuerda un poco al emperador invertido, vestido con su uniforme del banco como si fuera un jefe militar. Se cree que vale un millón, que tiene poder, pero no vale nada ni tiene nada. Es un dictador que somete a sus víctimas para sentirse realizado en una vida de defectos.



Pronto se dan cuenta de que no tener a Gregorio como un esclavo humano requiere que ellos hagan muchos más esfuerzos. Todos deben trabajar sin descanso, ya no pueden contratar siquiera a una interna para que cuide la casa. Todos están cansados y tienen que hacer más trabajo en casa. A Gregorio cada vez le duele más la herida, le hacen menos caso, más aislamiento.


Hay un episodio interesante y es que la madre entra a limpiar el cuarto de Gregorio, pero la hermana se enfada. ¿Por qué? ¿Le gusta que esté sucio? ¿Ignora la mugre de la habitación? De esta forma nos deja caer como la relación entre ambos se va deteriorando. La hermana cree ser la única capaz de entenderle por ser joven, pero ignora cómo ayudarle. La madre, sin embargo, si sabe, pero no la dejan.


Una de las asistentas, demás, no siente repulsión por Gregorio. Como si Kafka tratara de decirnos que la clase más obrera es más capaz de aceptar a estos exiliados y rechazados de la sociedad, porque ellos, en parte, también lo son.


Deciden alquilar las habitaciones de la casa a huéspedes. Son esclavos para ellos. Ahora si sienten lo que fue la vida de Gregorio. La hermana, entre problema y problema, decide tocar el violín. Entonces Gregorio, atraído por la música, sale de su escondite. Los huéspedes ven a Gregorio y se van sin pagar. En ese momento se firma la sentencia de muerte de Gregorio. La hermana decide que deben acabar con él.

Ellos gimotean, ¡ojalá Gregorio nos comprendiera! Pero, ¿quién comprende a Gregorio? ¿Quién lo ha intentado siquiera? Si desde un principio le han rechazado, si ni siquiera le han dado la oportunidad de decir nada, de explicarse. Intentan deshumanizarle diciendo que ya no es Gregorio. Deben pensar como tal para matarle, porque para poder crear esa barrera, para convertirlo en bestia, en escoria, en animal de granja, deben deshumanizarle. Le deshumanizan para matarle y olvidarle. Así, Gregorio, sin poder apenas moverse, muere. Muere porque su hermana le ha abandonado. Hasta ella ha perdido la esperanza.



Es solo en ese momento que Gregorio vuelve a ser humano. Es un cadáver flaco y diminuto. Se dan cuenta de que estaba pasando mucha hambre. La familia despide a los huéspedes, la asistenta dice que ha recogido a Gregorio, pero a nadie le interesa ya ese pasado. Marchan a una nueva vida, comprarán una nueva casa más grande y me gusta el apunte final. La casa había sido escogida por Gregorio, aunque era demasiado pequeña.



Casa pequeña, pequeñas aspiraciones. Grande, grandes aspiraciones. ¿Es esa la conclusión de Kafka? ¿O es que acaso no la hay?

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