Alguien a quien no conocí


Fue hace tiempo. La noche ya había caído, era como un océano sobre el cielo y abajo, donde estábamos nosotros, todo estaba lleno de luces. Desentonaba la estación del norte de Valencia en medio de aquellos cumulonimbos modernos. La gente todavía acudía, posiblemente era viernes o sábado, pero no lo recuerdo. Entonces le vi.

¿Alguna vez os ha pasado que os enamoréis de alguien que no conocéis? Yo, en aquel momento, ni siquiera pude verle bien. No logré diferenciar sus rasgos, no sé si tenía ojos azules o verdes, solo recuerdo un fijo azul aguamarina en su cabello. Un azul estridente que chillaba a todos los que tenía a su alrededor. Su ropa negra, eso también lo recuerdo, la figura escondida y definida, delgada, el gorro negro que llevaba también en su cabeza. Recuerdo eso y es tan poco, pero fue suficiente para crear una imagen en mi cabeza. Y el resto se creó solo, en una fantasía intocable. A raíz de esta persona, más bien personaje, nació lo que hoy en día es Belfegor, uno de mis personajes favoritos en mi novela Génesis de lo Oculto.

¿Alguna vez habéis querido ir atrás y cambiar vuestros actos? Dar un paso, aprovechar el tiempo. ¿Quién sabe qué hubiera pasado? Pero no somos ilusos, yo hubiera actuado de la misma forma, temerosa, sin atreverme a acercar un pie ni una mano. Rayano a una estrella con miedo a mirarla, por si se percata de mi descaro. Y por ello estamos destinados a cometer los mismos errores, una y otra vez. Hasta que nos cansamos o morimos.

¿Qué veo? Una delicadeza en el sentir, que se expresa en sus labios, en una enorme sonrisa, aunque porta penas. Y por ellas, precisamente, comprende y asiente. Empatiza. Es una caricia para la flor marchita, pero también una sopa caliente en un frente de invierno. Eso veo aquí dentro, porque fuera no lo conocí nunca. No sé qué fue que me llamó tanto la atención, fue intuir el perfume de su alma. A partir de entonces no pude dejar de pensar en él. Y siempre, ese cabello azul, ha sido una imagen en mis sueños imposibles. Quizá es eso, el no saber, el poder crear ante una hoja blanca lo que se quiera, llenarlo de creencias. Puede decir, hacer y pensar lo que quieres, puedes crearlo a tu imagen y semejanza, a la imagen y semejanza de tu amante perfecto. ¿Acaso existe algo así? No solo lo dudo, sino que lo afirmo.

Es no tener que lidiar con otro ente, con la realidad tangible que nos rodea, vivir en recuerdos. Somos lo que recordamos, aunque no nos guste. Y de allí sacamos los deseos, pero esto es incorrecto. Es incorrecto e injusto aplicar estas creencias a quienes nos rodean, esperando que cumplan unas expectativas de dioses. Nadie es perfecto. Y sin embargo seguimos queriendo ese cenit, porque es más fácil que acomodarse a la verdad de una persona. Convivir con ella y amarla incluso con sus peros.

Es más fácil, sí, ser amante de uno mismo. Porque al fin y al cabo nace en nosotros esa persona que es mera idea invisible. Es más fácil que amar a un ente extraño, a una persona ajena que no conoces, a alguien opositor de tus creencias aprendidas. A alguien completamente opuesto. Y el día a día se hace insoportable, porque esos castillos de naipes se destruyen tan fácil, con solo una palabra. No hace falta una gran traición para desanimarme, solo una frase desafortunada. Y boom, se acabó todo. Al menos en mi cabeza.

¿Alguna vez habéis preferido enamoraros de esa idea, de esa iconografía amorosa que crea vuestro cerebro, en vez de conocer a personas de carne? Que decepcionan, que traicionan y duelen. Yo, cada día que pasa, prefiero más la primera opción. El amante de papel, el que nunca te deja, el que nunca muere.

Por eso, seguiré escribiendo amantes, personas perfectas. Para todos vosotros, para que encontréis un espíritu semejante. Para que leáis y os leáis a vosotros mismos, así quizá acabéis amándoos tanto como queréis que os amen. Y quizá esa es la respuesta o será que esta noche es demasiado fría para pasarla entre papeles y tintas que no sufren. Será que, al final, quiero la carne podrida, la que sé que aunque se equivoque es real. Serás tú, pues, quién decida si quieres seguir con mis creaciones o te atreves a dar un paso hacia el mundo y ser vulnerable. Tú eliges.

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