Y Yahveh dijo ASHKUNA ABUBU


 Recopilación de microrrelatos escritos por mí. ¡Especial Halloween!


 Susana se levantó a media noche, eran las tres de la mañana y había tenido un mal sueño. Fue a la cocina a tomarse un buen trago de leche fría y volvió a la cama. Pero para su sorpresa su marido no estaba presente, ¿dónde estaría Carlos? De repente escuchó cacerolazos y ruidos en la cocina. Sonrió plácidamente y se durmió.

Al desertar Susana recordó  que su marido estaba de viaje.


Alex terminó de cavar en el jardín, las plantas ya estaban fertilizadas y había trasplantado las plantas de maceta a aquella pequeña parcela de su hogar. Dio unos golpecitos con la pala y entró en la cocina a tomarse una cerveza y sentarse frente a la TV.

Cuando la noche se adentraba en la pequeña ciudad de Georgetown Alex estaba dormido, pero una suave voz, melódica y meliflua, le despertó con siguiente susurro:

-Todavía no me has matado.

-Es una pena que tu marido no haya podido venir -dijo Levi.
-¡Es un auténtico desastre! Siento que se haya ausentado, no sé absolutamente nada de él. Seguro está en el bar, como siempre...

Carla bebió de su copa de vino mientras saboreaba la exquisita carne cocinada por Levi, delicioso mangar del mejor chef de la ciudad. Era todo un honor para ella y con o sin marido iba a aprovechar la oportunidad. En el momento del postre Carla se levantó para ir a la cocina, muy educada, para dejar sus platos y recoger los susodichos postres, pero encontróse con una cocina ensangrentada, llena de ronchas granates e intestinos colgando. En la olla aun quedaban los restos de los testículos de su marido enteros, carne curiosamente parecida al mangar que acababa de engullir.
En una estrellada noche me encontraba, en unos parques rayanos a mi solitario pueblo. Mis amigos estaban por los alrededores disfrutando de aquella noche de fiesta, pero yo me paseaba por la explanada con mi vaso de plástico en mano. Escuché unos pasos tras de mí, pero al girarme no vi a nadie. Pensando que sería una broma de mis colegas no le presté atención, pero escasos segundos después algo me hizo dormir profundamente, como un repentino sueño.

Mis ojos se fueron abriendo poco a poco, mis brazos y piernas estaban paralizados, sujetos por alguna cuerda. Entre las sombras que era incapaz de distinguir surgió una voz.

-Traed la daga sagrada, que comience el ritual.
El recién nacido está en brazos de la madre, Estela lo mira con refulgencia, casi como si fuera un ser divino. El padre, Matías, lleva a los dos a casa, pero en su rostro no hay felicidad. Al llegar a casa Estela descansa con la cuna a su lado, mientras que Matías yace en su despacho, solitario, con las luces apagadas y un gesto arrugado.

-No puedes hacerme esto -dijo Matías al vacío, gesticulando como si estuviera hablando con alguien. Ni el viento le contestó.

En la habitación de la madre, unos pesados pasos se acercan a la cuna. La madre, que estaba entre ensoñaciones, abre un poco los ojos y ve unas patas peludas de cabra al pie de su cama. Unos gruñidos del inframundo surgen de aquel ser que está frente a la cuna de su bebé.

-Se ha cerrado el pacto -el ser del infierno, cornudo demonio, habla a la madre, mirándola fijamente, con una humana sonrisa.
Se levantó a medianoche con ganas de ir al baño. La pequeña Laura le pedía insistentemente a su madre que la acompañara, que tenía demasiado miedo como para ir sola. Cuando acaban la madre decide llevarla al porche, donde se sientan mirando la puerta de entrada.

En el frío de la noche Laura mira al horizonte, a esa puerta de hierro roja que delimita la entrada y salida. Entonces comienza a ver una extraña sombra, que se acerca a intervalos, como si se evaporizara y al aparecer de nuevo hubiera avanzado unos metros. La criatura, de amplios y enormes ojos, verdosa piel clara y nariz inexistente se para frente a ella. La niña no es capaz de gesticular palabra, su madre parece no reconocer la situación. Los labios de Laura se pegan al intentar hablar con aquel extraterrestre, que en principio no parece agresivo. Este, simplemente, le ofrece la mano. Laura, lo siguiente que recuerda, es haber despertado en su cama.
Abuela, madre e hija cosen en la sala de estar. Tres generaciones juntas charlando amenamente. La niña sonríe a la abuela, la abuela cose mientras la madre le pide instrucciones. De repente, totalmente imprevisto, el suelo comienza a resquebrajarse como en pequeños pedazos. La niña asustada mira a su abuela y su madre, pero ellas también se están quebrando, la realidad frente a ella cae a pedazos como los trozos de un cristal roto. Del suelo aparece una espiral roja que parecen llamas y de esta surge un gran demonio con su tridente. El demonio agarra a la niña del pie y engulle las otras dos generaciones.

La familia ya no existe y, aunque haya gente que la recuerde, no hay rastro de ella en la historia.

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