Cuando abrió los ojos,
creó el mundo. Sus cabellos eran vegetales, sus ojos las estrellas, su sonrisa
relámpagos, sus labios la luna. El cuerpo eran montañas, si seguías su camino
te llevaba a las aguas de la vida, de las cuales jamás me cansaré de beber.
Pero aquellos ojos
dejaron de ser míos, cesaron de brillar para mí. Sus labios ya no sonrieron y
el cielo perdió su implacable presencia, que era un postre ácido. Destruyó
nuestro mundo, me destruyó a mí.
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