¡Oh Padre, tú, que estás en el cielo!
¿Por qué me hiciste esto a mí?
¿Por qué, acaso, la maldad de ubicar en el más lejano monte al amor?
¡Oh Padre, señor!
¿Por qué pecado nace en mí desde la creación?
¿Por qué condenarme antes de pecar?
¡Tan solo sentí pasión!
¿Por qué le pones cadenas al amor?
¿Por qué el sentimiento me condena a la prisión?
¿Y dónde está la solución? Porque tarde es para ir atrás
Y mi voluntad es de hierro y plomo, y se niega a ceder
Amarle es tan fácil y tan duro el poderle perder
Nos sonríe la gracia del dios astral.
Pero poco me importa maldición, bendición o castigo
No lucubro sobre fútiles fastidios.
Poco me importa ganarme el cielo
Si puedo ganarme el cielo que reside en sus ojos.
Poesía de hace dos años, dedicada a la luz de mi vida.
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