I
Hey, dime ángel,
¿Por qué este rencor?
¿Por qué tu luz
Ya no la puedo ver?
No puedo, dime porqué,
Olvidar tu rostro azul,
Ni tu mano, es caricia feroz.
Dime porqué, Ángel.
¿Quién velará mis sombras?
¿Quién mirará en mí?
¿Qué labios rozaran mis formas?
¿Qué verbo nos hará revivir?
Dame una señal,
¡Un grito! ¡Un beso!
Que me haga soportar,
La existencia mezquina.
Susurro esta letanía
Por saber si estás ahí.
Si siempre estás ahí.
II
Yaga, adolorida, agonizante,
En su último hálito de vida.
Todavía persiste, resiste,
Guerrera se aferra a mi herida.
¿Qué ocurrió con aquella,
que ya no queda ni huella?
Ni cicatriz que permita,
saber su antiguo paradero.
No hay más que besos,
todos tuyos,
Y ahora te pertenece,
cada herida,
Pues ya no lo es.
III
No hay más que hablar,
eres mío.
Llevas mi nombre,
En cada ADN tuyo está mi destino.
Pero yo, entero,
Te pertenezco en vigilia y sueño.
IV
¿Por qué soñé contigo,
cuando no te conocía,
Y ahora que te tengo,
no pareces más que un sueño?
V
¿Por qué poseo alma,
pero no cuerpo?
¿Qué castigo tengo,
que gané en otra vida?
Un respiro, una salida;
Eso es lo que quiero.
Algo que me aliente a pensar,
que nada de esto es en vano.
VI
Puedo besarte,
sin tocarte.
Puedo sentirte,
sin verte.
Puedo amarte,
sin tenerte.
Pero no puedo vivir,
sin leerte.
VII
Algún día serás la estrella de todos,
pero tú recordarás que el primero que reconoció su brillo
fui yo.
VIII
Odiar a todo el mundo,
menos a ti.
Eso, eso es amor.
IX
¡Qué sabio fue Dios
al enviarme un ángel del cielo
para hacerme creyente!
¡Qué bobo fue el señor,
al creer que no corrompería
a tal áurea criatura viviente! /Con mi tridente
X
Mirarte,
Das un sorbo al café.
Atiendes a la tele.
Quizá al móvil que sujetan tus manos.
Te vuelves.
Me sonríes.
Eso es todo lo que quiero.
XI
Seremos las dos torres más grandes,
En medio del desierto.
XII
Que horror es,
el no poder besarte.
Castigo, sin duda,
No tenerte en mis brazos.
Peor es, empero,
una tortura reciente.
Que jamás creí encontrar
Algo más horrible
Que la ausencia de tu cuerpo.
Y es la ausencia de tu alma,
de tu ser,
de tu verbo.
XIII
¿Piensas en mí,
tanto como yo te pienso?
¿Puedes oírme,
allá dónde estés,
lamentarme?
¿Puedes contestar,
aunque sea tan solo en sueños?
XIV
¿Por qué ya nada importa?
Se lo llevó todo el aire,
Como una pluma, que fue bonita
pero jamás tuvo peso alguno.
¿Piensas en mí?
Lo dudo mucho.
Pues la pluma sigue su vuelo,
cada vez más lejos de mí.
¿Tanto costaba una señal?
De que todavía me amabas
O todavía estabas ahí.
Pero seguirá volando en el viento.
No vuelvas luego exigiendo
lo que el corazón ya no es capaz de dar,
lo que sufrió por olvidar
y tanto le costó eliminar de su sangre.
No podrás tenerlo,
porque ya no quedará nada
salvo decepción y una gran tristeza,
que ni todos los vientos del mundo
conseguirán levantar.
XV
No oigo más,
que excusas.
Mentiras piadosas,
Quizá ni eso.
Ya te has marchado
Y créeme,
No me importa.
XVI
No queda más que humo,
Se disipa.
Quisiera matar el tiempo,
Y hacerte regresar.
¿Qué me queda por hacer?
¿Qué te queda por intentar?
¿Cuándo te convertiste en mi espectro?
Me pregunto se ya me habrás olvidado.
XVII
Barriste las cenizas,
Ya no renacerá el fénix.
No sé si volverá el fuego,
No sé si prefiero el agua.
No sé si mover mis peones,
Arriesgarme a sacrificarlos.
No sé si pararme,
Esperarme a ser matado.
XVIII
Ha caído la paloma
Al suelo derrotada.
Ya no habrán más vuelos,
Sus alas están destrozadas.
¿Tanto soñar
para parar de repente?
¿Qué fue de los mundos conocidos?
¿De la espera pariente?
XIX
No puedo dejarlo
Es un libro preciado
¿Pasar una página?
Más que un pecado.
Si acabó un capítulo,
Empieza el siguiente,
del cual desconozco
cada palabra.
Pero sigo leyendo,
Aun me avisan
Que es aburrido,
Que no merece la pena.
Ninguno de ellos lo ha leído,
como yo lo he hecho.
Por eso sigo leyendo,
En el mismo capítulo,
hasta que venga un buen día.
XX
Tú eres la fuerza,
Que mueve mi destino.
Yo soy prisionero,
De mi pensar,
De tu olvido.
¿Qué nuevo sacrificio
saciará a nuestra bestia?
El fuego de infantes,
Con su risa sardónica,
Mientras lloran las madres.
Que injusticia la vida,
siempre vivida sin ganas,
Cuando tú no la presentas,
Cuando no estás en ella.
Y sin ti solo existo.
XXI
Este es el fin de un sueño,
Que jamás logró zarpar.
Se pierden los ecos
De los albatros, que aparcan
En la mar.
Ya no hay más oleaje,
Tampoco sitio dónde nadar.
Solo un viento sumiso,
Y un sol sin despertar.
Quizá tras mil años,
Ellos vuelven a nacer.
Porque aun tiempos y lugares
pasen, su amor jamás morirá.
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