Siempre escogida por el alma perdida,
Os encamina hacia un final sin salida.
¡Ya me examina desde la cima, se aproxima!
Osadía es recriminar la virtud merecida,
Nos expira la encima que precisa la vida.
Carmesí excita alguna experiencia no escrita,
Emana de las cenizas la premisa escondida.
Él se regocija en mi estampa maldita,
La salvación es excelencia cedida,
Esencia, cuerpo y verbo no nos pertenecían.
Nadie pagaría por una falsa profecía divina.
Envilecida la herida se olvida pero siempre encendida.
¡Mi niña empedernida, enamorada de una vasija!
Incomprensión sin disyuntiva, que se condene altiva.
¡Gracias por el juicio que se aproxima! Su mente se activa:
“Omnipresente es la valentía que opina, y tú grosería”.
Después, que la misa tiña la vida a base de ruina, y a causa de nuestra caída
Escucharéis las víctimas de ofrendas indebidas, la expiación será destruida.
Dicen que su vindicta es implícita.
Inerte Lucero, ¡pero todavía respira!
Ojeriza que no se disipa: “no verás la luz del día”.
Salta, corre, con prisa, si te hayas en su lista.
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