Autorretrato



¿Quién eres?

No tengo verbo, mi nombre no puede ser invocado.

¿Qué eres?

Mi esencia se esparce en las brechas del tiempo. Soy el hijo de los controladores del universo.

¿Cuál es tu obra?

Mi obra sois vosotros, mi obra es la muerte, el renacimiento. El juicio final que destruirá los pilares, que me devolverá mi reino.

¿Cuál es tu misión?

Ser los ojos del ciego. Ser el escriba de los Dioses. Ser el escriba del diablo.



No somos el nombre, no somos pensamiento, no somos recuerdos. Nuestra vida es un paréntesis más de la existencia, un número añadido al infinito del cosmos. No somos lo que comemos, lo que bebemos, no somos lo que vestimos, ni lo que vemos. Nuestra alma no se alimenta, vive por sí misma. No somos hobbies, ni la música que escuchamos, no somos nada de lo que amamos. No somos todo aquello que marcó esta vida, porque hemos tenido muchos avatares, muchos nombres, muchos cuerpos. No somos carne, ni ideología, no somos religión, ni familia. Lo físico no nos pertenece, es solo una vasija.

Borra todo aquello, y todavía más, porque si esta vida no te pertenece, si este humano, esta piel es solo una de millares, no eres miedo, no eres traumas, no eres culpabilidad. No eres sentimientos. ¿Qué dirías que eres? ¿Cuál sería la palabra que definiera el conjunto de luces y sonidos? ¿Podrías llevar a cabo la tarea de describirte?

Ahora, respóndeme, ¿quién eres?

¿Quién soy yo? No puedo saberlo, pero cada vez que intento imaginar mi alma aparece como un cúmulo de nubes; y estas son siempre oscuras.

Si alguien escribiera un libro sobre mi vida, este debería titularse "El Diablo".

¿Por qué? ¿Por qué ese título endemoniado?

Muy simple, porque yo he vivido su historia

Porque yo he sido rechazado, tantas veces que no podría contarlas, por mis maneras, por mis formas, por mi vestimenta, por mi apariencia, por mi pensamiento, por mi ideología, por cada verbo y cada esencia. Me han apartado de su lado, cuando era inocente, todavía, y solo era sonrisas. Y por mi debilidad, ellos me rechazaron.

Porque yo he sido castigado, demasiadas veces, algunas justas, muchas injustas. Por pensar y ser diferente, por ser un rojo intenso, una mancha de sangre en una tela de seda blanca. Y he sufrido lo indecible, suplicándole a un dios sádico que me ayudara y solo he recibido flores marchitas. Creyendo que no se podía caer más bajo, lo he conseguido y me he hundido en la miseria. Por ser quien soy, por ser, he sido castigado, por muchas manos y dedos que me señalaban, sin ser capaces de señalarse a ellos mismos.

He sido exiliado, de muchas personas que no quisieron escucharme, sino juzgarme antes de oír mis palabras. He sido callado, censurado, porque no repito ni vomito dogmas. He caído, una y otra vez, levantándome cada vez más fuerte, con más decisión en mi diatriba. Mi rostro ha sido objeto de burlas, ha sido el enemigo unánime del pueblo, he estado solo en la oscuridad y la miseria. Y nadie me ha tendido la mano.


Yo no me rindo, resurjo de las cenizas de mi fuego interno, yo me rebelo contra aquello que no creo correcto. Yo me hundiré en el averno sabiendo que jamás me vendí por un beso.



Soy el escriba del diablo y, alguna parte de mí, es él. Pero no aquel malvado que reina en el infierno, no aquella serpiente tentadora, no aquel enemigo acérrimo, no el más odiado, no el maldito, no el soberbio; pero sí el ángel caído, el portador de luz, la serpiente sanadora, el dador de conocimiento. Soy Osiris, soy Prometeo, soy Enki,  soy tierra y soy agua. Porque los daimons, los shedims, los yinnis, pueden ser buenos o malos, pueden creer o no en Dios, pueden ser ayudantes o enemigos.

Y tú, si pensabas que aquel con título demoníaco y cuernos debía ser despreciado, que todo aquel que apestaba a azufre debía ser desterrado, estás equivocado. Las almas torturadas, los cuerpos caídos, son los que más deben ser abrazados.

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