El Colgado
El Colgado es aquel que teme al cambio, tanto que se sacrifica a sí mismo como a una cabra que sirve de ofrenda, pero en vez de ver sufrimiento en ese degollamiento que se obliga a sí mismo, ve la paciencia espiritual de un mesías iluminado, engrandeciéndose en su sacrificio autoimpuesto como si fueran externas circunstancias las que le obligan a evadirse, rechazar, quedarse quieto. Cuando en realidad es su dependencia a esas creencias, ya sean supersticiones o no, lo que le impide moverse por puro miedo o prejuicio.
Dependes de tus creencias. Cuida de que tus creencias no sean supersticiones o desesperanzadoras. Es importante tener FE en lo que se cree, sino esa creencia te domina de la manera más tóxica. Porque la ves no como una ayuda, sino como un espectro enemigo (Fabricado, realmente, por ti y tu inconsciente).
La posición del Colgado era común en magos como Merlín, se colgaban para tener una experiencia espiritual, pues así tenía la vista del cielo (invertida, arriba) y no la de la tierra (al derecho, abajo), esperaban comprender las cosas mundanas desde una perspectiva celestial, desde fuera, de una manera objetiva y casi divina. ¿No os preguntáis cómo se ve desde fuera este caos humano en el planeta tierra? Vemos a los perros temer a las puertas o ladrar al vacío, temer la aspiradora, ¿no es absurdo temer por cosas así? ¿No se comportan de forma graciosa para nosotros, que vemos que no tienen sentido aquellas cosas? Pues así deben vernos los "dioses" o quién sea que esté arriba, al otro lado, viendo como ladramos a un espacio vacío temiendo a nuestras bestias interiores. Por ello, con esta posición, podían adoptar esa visión celestial, una visión "por encima de la realidad".
El Colgado está con los brazos atados a su espalda y su pierna izquierda crea una cruz invertida. Este es el símbolo alquímico de sulfuro. Está relacionado con el fuego, pero también con el infierno. Representa el sacrificio doloroso, casi como la crucifixión de Jesucristo, el pasar por un infierno para ir al cielo (Dante), lo que se sufre en esa posición colgada, de impasse o parálisis completa, en la que debes pensar y enfrentarte a tus miedos.
Pongamos un ejemplo: ¿Cuándo podría sucedernos el colgado?
Imagina que quieres irte de casa, independizarte, lo estás deseando porque además no aguantas a tus padres. Te agobian, no te dejan la libertad que desearías. Pero cuando buscas piso, no ves una mierda que valga. Los pisos te parecen todos feos, o son demasiado caros, o el que te gusta al final lo alquila otra persona. Ese otro piso está muy lejos, ese otro no tiene un metro cerca. Todo son pegas. Además, tampoco tienes un trabajo muy fijo, no tienes seguridad económica. Cuando encuentras trabajo estable, cuando tienes un piso que te agrada, algo no encaja. "Tengo que quedarme en casa para cuidar de mis padres, no les puedo dejar solos, se hundirían sin mí". Y esa es la excusa del colgado. Se pone una corona de mártir pensando que se sacrifica porque SUS PADRES le obligan, cuando realmente es él mismo por miedo a independizarse, a estar solo, a enfrentarse al mundo sin nadie protegiendo su espalda.
Por eso, realmente estar en esa posición duele. No solo por el sacrificio que te impones inconscientemente (y del cual culpas a los demás) y no deseas. Como es en este caso, cuidar de tus padres. El dolor viene por ese infierno al que te tienes que enfrentar, que está dentro de ti, y es el miedo. Debes encontrar el coraje de cortar la cuerda que te mantiene colgado.
Es en cierto modo el paso por la Rueda de la Fortuna. Cuando te ves abajo, estás a punto de morir, pero no sabes que luego vas a reencarnarte (metafóricamente hablando) en una persona nueva, un ciclo nuevo vendrá a tu vida, mejor. Pero tienes miedo a los cambios, miedo a soñar y por eso prefieres quedarte quieto en tu tragedia aunque sea lo peor. Porque al menos es algo estable, aunque negativo. Eso es lo que hace el colgado, no sabe que ese cambio doloroso lo llevará a estar encima de la rueda de la fortuna, con éxito y felicidad. Pero claro, los cambios duelen. Porque no es simplemente que esas transformaciones se lleven lo malo y te traigan lo bueno.
LAS TRANSFORMACIONES ARRANCAN DE TU PIEL ESCUDOS, COSAS QUE TE PROTEGEN, CREENCIAS QUE TE HACEN SENTIRTE SEGURO, pero que en el fondo son nocivas y no te dejan progresar. Es como quedarse desnudo frente a una horda de enemigos. Te sientes incómodo, desprotegido, ahí está el dolor y el miedo a los cambios. Debes pasar por ese proceso, no es algo lindo ni satisfactorio. Porque destruyes una parte de ti que realmente amas y crees que es positiva.
Y esto es lo que debe hacer el colgado, meditar, enfrentarse a su miedo, arrancar de sí mismo esa creencia del no puedo. Realmente debe mirarse al espejo y darse cuenta, no soy independiente no porque no pueda, sino porque no quiero. Y con ese descubrimiento se dará cuenta de que él es su enemigo, y será libre. Y si alguien piensa que este descubrimiento le llena de alegría, no. Es que todavía tú no te has mirado al espejo a descubrirte. Porque es como ver el reflejo de un monstruo en ese espejo y reconocerte.
Realmente, no es malo depender de lo que crees, pero debes tener claro en qué crees y si esas creencias te apoyan, si son beneficiosas. No es bueno creer que las mujeres solo sirven para estar en la cocina, menos si tú misma eres mujer. Este es un ejemplo extremo, pero se comprende lo que quiero decir.
Debes aprender a no martirizarte por los demás, a no sacrificarte por el resto. Haz lo que deseas y para ello encuentra tu coraje. Sal de esas conductas abusivas. No tienes por qué parar tu vida por los demás. Porque hay gente que disfruta siendo un mártir.
¿Qué es lo que te impide dar el paso a independizarte? (Si seguimos con el ejemplo). ¿De dónde surge ese miedo? Puede que tus padres te hayan sobreprotegido o que hayas aprendido de ellos que no trabajar 24/7 no te dará la estabilidad necesaria o que sin pareja no puedes o que sin tus padres no eres nadie (¿Qué harías sin nosotros?). Por eso, el colgado debe revisar sus creencias. Es necesario que sean tuyas, fabricadas por ti y tus experiencias, no por los prejuicios de los demás. Aunque sean tus padres.
La Muerte (El Arcano número 13)
La necesidad de recuperar la agresión positiva para lanzarse a un cambio desgarrador, ya sea perder algo bueno o algo malo por el camino. La muerte representa el morir y renacer en vida, dejar atrás un paradigma, que es el conjunto de creencias que nos definen como persona, para aceptar uno nuevo. Y el caso es que este cambio no es superficial, es destruir una identidad y edificar otra. Por eso es la muerte, es dejar atrás el yo que teníamos y aceptar un nuevo yo que no será capaz de reconocer al anterior sino recordarlo como una pesadilla.
Es la muerte de uno mismo.
Incluso la muerte trae la cosecha, porque su hoz representa aquello. El fin del invierno, empezar la cosecha cortando el maíz, las hierbas. Y aunque así mueren, su cometido en vida ya se ha cumplido, darnos alimento. Ahora pasarán a otro estado de la materia, entrarán en nuestro organismo y se convertirán en energía. Porque ese maíz, esos alimentos, no mueren, solo se transforman en algo diferente constantemente.
En la imagen vemos 4 formas de enfrentarse a la muerte:
- El rey caído: ha luchado con todas sus fuerzas contra la muerte, pero evidentemente ha perdido. Quería aferrarse a sus posesiones y poder, no pudo hacer nada para evitarlo. La muerte pasa por encima de nosotros rápida, como un huracán, y se lleva todo de nosotros. Este rey murió sufriendo, torturado por la idea de perder todo por lo que tanto luchó en vida. Y sufre porque se identifica con la materia y no consigo mismo.
- La mujer que se aferra a la vida: la mujer se cae de rodillas, teme a la muerte, no la recibe con dignidad. No es capaz de mirarla porque todavía quiere vivir, se define con las experiencias y sentimientos que vivió en esa vida y no es capaz de abandonarlos. Aunque no lucha como el rey, se resiste a pasar al otro lado y aceptar una nueva forma de existir. Está demasiado anclada a su pasado y a quién fue.
- La niña inocente que la acepta: la niña no sabe qué está pasando, solo ve a un caballero negro y se pone a rezarlo, lo recibe como alguien importante. Posiblemente la niña piense que es un juego, no se percata de que el que está subido a ese caballo blanco es la muerte, pero ahí está lo bueno de su pureza. No sabe quién es, pero la ve como a un amigo, como a alguien digno de saludar. Y por ello, por su ignorancia, no le teme. Y no sufre en su "muerte". Normalmente en el tarot es la inocencia de los niños la que les acerca a esa espiritualidad sin saber qué significa, es como si fueran capaces de detectar que algo hay ahí, aunque no sepan que es, y conocen su verdadera esencia sin llegar al miedo. Porque todavía no han sido invadido por los prejuicios y los miedos de la vida adulta y de la cultura que les rodea.
- El sacerdote que se arrodilla frente a ella: es el único que de verdad sabe qué está pasando y comprende la verdad de la situación. Recibe a la muerte como a un Dios y le da las gracias. El sacerdote, jefe espiritual en la tierra, sabe que el fin de la guerra, del dolor, del hambre, ha llegado. Y que no volverá a sufrir nunca más, que ha llegado la salvación que le llevará a una nueva vida. Y por ello, el sacerdote no se arrodilla, le recibe como un igual. Porque ambos son dignos.
La muerte te pregunta, ¿qué es lo que ya no encaja contigo? ¿De verdad crees que esta vida que llevas te representa?
La muerte es un cambio inevitable, que sucederá aunque lo evites. Es como un duelo, sufrirás, lo llorarás, pero lo pasarás y cuando todo esto acabe te sentirás renovado. Porque crear una nueva identidad cuesta, lleva años, enfrentarse a tus demonios duele, pero finalmente tiene su recompensa. La seguridad de saber quién eres. Que eres buena persona.
Al igual que la muerte trae la cosecha y nos da el alimento del maíz, nosotros somos la cosecha también. Y cuando nos sesga con su hoz, morimos, pero pasamos a otra forma de existencia. Renacemos. De forma metafórica, claro. La tarea de ese caballero, la muerte, no es destruir todo a su paso, es traer la cosecha.
Debemos abandonar el ego, dejar las posesiones materiales y darnos cuenta que la riqueza está en nuestra alma, en nuestro interior, y aquello que nos exige el ego no es lo que de verdad queremos. Es lo que ansía para seguir atándose a la existencia material y ocultar sus penas interiores. Cubrimos la inseguridad con fama, con coches, con ropa cara, cubrimos el dolor con vicios. El ego no es un amigo, te aleja de tu verdadera esencia y de tu camino a la felicidad en el autoentendimiento.
La Torre
Esta es la torre de Babel, que representa la megalomanía humana. A causa de la egolatría humana, la soberbia, Dios destruyó la torre y con ella trajo la confusión de los lenguajes. Cuando la torre se destruye, dejas de comprender el mundo que te rodea y, lo que es peor, a ti mismo. Pero, ¿por qué? Hasta ahora hemos hablado de esos escudos, esas creencias que nos protegen del mundo exterior e interior. Son engaños, ilusiones, espejismos, no son reales pero nos convencemos de que lo son porque así nos es más cómodo. Vivimos en un engaño y somos felices. Quizá es un matrimonio roto, tu pareja te es infiel pero intentas convencerte de que no es así. Pero el peor de los engaños es sobre uno mismo, el creerse con soberbia que se es superior, mejor que todos los demás, seguro de sí mismo, con temple irrompible, creerse que uno se conoce y cuando la torre estalla en llamas, descubrir que no se sabe nada de uno mismo. Y que todo lo que creíamos verdad eran mentiras. Y así, la imagen de uno mismo es la que se destruye con esos espejismos que eran trucos de magia para evitar que mirásemos directamente al problema: nosotros.
Cuando sucede esto, llega la confusión. Tu percepción del mundo cambia inconscientemente, incluso si no quieres. Es inevitable. Y con ello, dejas de comprender a los demás, no te expresas correctamente con el resto porque tampoco te comprendes a ti mismo. Es como volver a conocerte y conocer al resto en una mutua simbiosis. Imagina que estás en una relación y crees que es perfecta, estáis muy enamorados y todo va genial. De repente, un día, te das cuenta de que esa persona no solo te es infiel, sino que te odia. La torre es el espejismo de esa relación perfecta. Va cayendo a pedazos tus ilusiones y esperanzas, hasta dejar al desnudo la realidad: esa persona te odia, le caes mal y ella a ti puede que también. La relación nunca fue perfecta, ni siquiera iba bien. Pero te engañabas.
En ese punto dejas de confiar en tu percepción. Porque claramente está rota. Y entras en una espiral de caos que debes desenmarañar. Empiezas por ti mismo, por tu pareja (el exterior), tratas de reunir los trozos que queden, las ruinas. Pero valdría la pena construirlo todo de nuevo. Tu mundo se viene abajo, porque en esa relación tenías puesta toda tu vida. Te daba estabilidad económica, tenéis un piso compartido, un animal de compañía, cosas compradas conjuntamente, sus amigos son tus amigos. ¿Qué sucederá ahora? Que todo cambiará, no solo lo de fuera, sino también lo de dentro. Tu forma de sentir, actuar, conocer, descubrir, expresarte.
Las personas que caen, piensas que se precipitan al vacío, a un suelo lleno de rocas, pero puede que estén volando y que, por primera vez, encuentren sus alas. Porque tras la caída del ser, nos encontramos en nuestra verdad. La torre nos insta a que pensemos en el todo, no solo en nuestras percepciones o egoísmos, sino que ampliemos el campo de visión para deshacernos de esos prejuicios y creencias que nos anclan a una existencia mezquina e insatisfactoria. Que confiemos en el resto de seres vivientes para dejar de tener miedo al ser y al actuar. Porque la torre quiere que actúes, quiere que te muevas de esas paredes protectoras que te has construido y te muestres desnudo bajo la luna. Que no le temas a ser tú mismo y actuar bajo lo que consideras correcto.
No debemos ser arrogantes, cuando nos señalan que nuestra torre no es tan grande como parece, que no deberíamos ser prisioneros de ella, nos sentimos amenazados, criticados. ¿Es envidia? La Torre es la arrogancia del que cree que, por estar más alto, es que está más avanzado espiritualmente, que sabe más que el resto, pero solo es un intento de evolución espiritual que, simplemente, no se consigue de esa manera, ocultando nuestro verdadero yo y mostrando una cara fabricada, falsa o con paredes (como las de la Torre).
El fuego, aunque queme, nos purificará de esas creencias tóxicas, de esa arrogancia que nos tiene como Dioses cuando no somos ni infantes aprendiendo a caminar, nos dejará caer de la torre como el Rey que murió luchando contra la muerte, para que aprendamos en la siguiente vida lo que es importante de verdad. Hemos de aprender a ver nuestra valía y nuestras debilidades, nuestra parte oscura y nuestra luz, y no esconder nada al resto ni escondernos nada a nosotros mismos. Pues eso autoengaño. Con el dolor del fuego, de la caída, veremos la luz y tras la confusión, entenderemos. Imagina que pierdes a tu pareja tras descubrir que esa relación no es perfecta, lo ves como una tragedia. Te quedas sin amigos, sin casa, sin trabajo, sin dinero. No te queda nada, pero ¿realmente eras feliz allí? Después de esa ruptura, encuentras a alguien que te valora, que te aporta, que te ayuda a crecer como persona. Y ahí lo ves, ves la imagen completa. La vida quería hacerte sufrir esa ruptura porque te esperaba algo mejor, algo más acorde a quién eres en realidad. Y era necesario romper la torre para construir otra cosa.
La corona que cae es la nuestra, la que nos ponemos en la cabeza como si fuéramos dioses en la tierra. Cae nuestra soberbia al darnos cuenta de que somos débiles y nos abrimos al desnudar de nuestra alma, nos sinceramos con nosotros mismos y nos vemos tal y como somos, ya seamos monstruos o ángeles. Dejamos de controlarlo todo en nuestra vida, nos dejamos ser, nos damos cuenta de que la importancia no está únicamente en ti. Lo importante es el nosotros, el conjunto, la unicidad con el resto de personas.
Algunos expertos dicen que la Torre es como una pequeña muerte o "orgasmo". Caminamos poco a poco hasta el cénit de la experiencia orgásmica hasta que caemos y nos vemos en las ruinas de la torre. Se nos ha negado el mantener ese orgasmo, que en el fondo era una autosatisfacción ilusoria. Porque la torre nos prefiere verdaderos y sinceros.
El Juicio
Levántate y saca toda la energía que has estado guardando, este es el despertar del alma. Ya no temes a las cajas negras del Diablo, en las que te escondías, o en los ataúdes del cuatro de Espadas. Ahora eres libre, ves esa pequeña caja negra como lo que es, algo que no te representa y que no te dejaba estirar tus piernas para ser de verdad. El cambio es refrescante, es tu destino, y lo aceptas como una salvación milagrosa.
El Juicio es una invocación del universo, este te llama para que te despiertes de esa tumba y salgas, porque tu destino es ser libre y tener alas, volar, renacer de entre los muertos. Tienes la oportunidad de dejar atrás el pasado con todo lo malo y ser feliz. En esta carta hay mucho simbolismo bíblico. En el juicio final las almas muertas se levantan de sus tumbas y el ángel con su trompeta da comienzo al juicio, en el que Dios decide que almas vuelven al paraíso y cuales se quedan en la tierra. En la imagen, tú eres de las almas que despiertan y van a los cielos. Simboliza la renovación y dejar de repetir viejos hábitos, viejos patrones. Dejar atrás el "pecado" o el error del ego.
Es importante en esta carta el descubrimiento, siempre he entendido el Juicio como un cambio que viene de fuera pero que te toca por dentro, un milagro, algo que transmuta la realidad a lo que debería ser. Es importante hablar con nosotros mismos, confesarnos, perdonar nuestros errores, perdonar a ese yo infantil que nos persigue, dejar atrás a las personas que odiamos y enviarles amor. Vibrar en amor es la única salida para esa tumba o caja negra que te consume.
Tomaste decisiones en el pasado, pudieron ser buenas o malas, ahora tienes la oportunidad de decidir de nuevo y comenzar otro camino. No permitas que ese pasado te defina, defínete tú mismo ahora. Los errores no nos marcan como cicatrices, no son manchas malditas, son experiencias que nos han ayudado a virar nuestro camino, a elegir bien dónde caminar y nos han llevado hasta esta iluminación espiritual. Sin el error, no hay meta.
Y es que todos tenemos partes de nosotros que odiamos. En psicoanálisis está el ego, el superego y el id, por ejemplo, el yo neutral, el ángel y el demonio. Debemos enfrentarnos a esas partes de nosotros que no nos gustan, que evitamos mirar, para de verdad fusionar esa maldad con nuestra bondad y ser un equilibrio. Si odiamos una parte nuestra, nos estamos rechazando en cierta parte, porque ese yo que odias quiere algo, necesita algo, ¿el qué? Si no le escuchas, le entiendes, te odiarás siempre y proyectarás ese odio hacia el resto, culpando a inocentes de tus errores. Es con la comprensión como encontramos la salida a este odio. Todos cometemos errores y eso nos hace humanos. El juicio, con esas seis personas desnudas y con los brazos en alto, se sinceran consigo mismos y así se liberan de los ataúdes, se reconcilian consigo mismos.
Atrás en el hielo se congelan nuestros temas pendientes, podemos volar. En el cielo, el ángel nos llama para ir al paraíso. Este cambio fue nuestro camino desde el principio y sufrir en ese ataúd mereció la pena. Ahora lo comprendes todo. Y así, viene la paz.
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